domingo, 27 de enero de 2013

Tienda de nostalgia.


Abrió la puerta de aquella tienda con la delicadeza que acompaña a los ojos tristes. Hacía tiempo que vagaba buscando un lugar en el que sentirse acogido por cuatro pareces y cacharros inmovilizados. El escaparate estrafalario de la humilde tienda atrajo sus ojos y más tarde sus pies. Aquellos objetos eran un espejo opaco que reflejaban la verdad que agujereaba cada milímetro de su piel, dejando así entrar el frío de la melancolía ahora constante. Había perdido tantas cosas que no lograba encontrarse en ningún lugar y las salidas de emergencia se antojaban una salvación inútil. Por eso, cada vez que abría una puerta no pensaba ni un segundo en escapar, ya que de lo único que pretendía huir era de sí mismo.
Habiendo entendido la cruel realidad en la que se había sumido se acercó al mostrador con aire resignado. La tendera lucía una sonrisa tímida y unos ojos risueños a juego con su vestido de hojas secas de otoño. Él, petrificado por el vacío de su interior, dijo con expresión serena: Vengo a vender mi nostalgia...
La adorable tendera aceptó el trueque y aquel cliente extraño que entró con la mirada impregnada de lágrimas se fue por la misma puerta con una sonrisa tímida y unos ojos risueños.



viernes, 4 de enero de 2013

Vómito improvisado de palabras.

Si se fueron las palabras huyendo hacia lo inalcanzable fue porque echamos demasiado humo como para dejarlas respirar. Y no es que no quisiéramos apagar esta incandescente hoguera, es que sabíamos que nunca podríamos recomponer las cenizas que más tarde regalaríamos al viento.