viernes, 28 de septiembre de 2012

Ciudad desvanecida.


Camino sobre el suelo mojado de una calle sin salida que me conduce a 18 caminos con diferentes destinos, pero todos grises. 
No soy capaz de controlar mi cuerpo. Éste camina separado de mi mente por una delicada capa de inconsciencia que tranquiliza a la vez que hiela. Cada paso que doy me acerca al final y me aleja de mí.
La tenue luz de las farolas apacigua el miedo que se esconde en cada esquina. Giro unas cuantas calles pero no logro encontrarme, tan sólo consigo marear cada latido en mi pecho y éste, harto de tanto movimiento innecesario, vomita emociones dañinas. Quiero desvanecerme como aquella luz del farol que se pierde en la lejanía del infinito, como la estridente melodía de una moto fugaz, como las respuestas que huyen tras plantear la pregunta adecuada…
Es entonces cuando mi alrededor se convierte en una casa vacía, de luces fundidas y muebles apolillados. Me visitan miradas cabizbajas que duran un segundo a mi lado. Nadie repara en mí y es que, ¿Quién iba a percatarse de la presencia de un cuerpo exhausto y de expresión muerta? La vida queda lejos de esta calle y ninguna señal parece indicar el camino hacia ella.
El suelo, cual imán, atrae mis pupilas haciendo imposible escapar de su hipnotizante hechizo. Pisoteo cada sueño y lo veo morir ante mis pies, incapaz de dar marcha atrás para rescatarlos. Son papel para la lluvia que cae desde una nube de desdicha. 
Sorprendentemente, despego mis ojos del suelo y el cielo llora sobre mi cuerpo cansado. Me resulta imposible distinguir si el líquido que recorre mi descuidado rostro son lágrimas del cielo o lluvia de mis ojos. Mis párpados son ahora una niebla creciente que no deja ver más allá y los sonidos se difuminan hasta escuchar simplemente el latido de mi corazón. 

Parece ser que he llegado a mi destino. Me desvanezco…

jueves, 13 de septiembre de 2012

La nostalgia del olvido.

Siento nostalgia, fin de emociones.
Promesas fantásticas, desatadas,
Que despiertan el dolor idealizado
Y me envuelven en penumbra amarga.
Vuelo entre abrazos nocturnos,
Destinadas armonías que caen en picado
Por simple desviación
O redenciones inevitables.
Lo establecido en el tiempo
Se enfría en el fango, se hiela,
Impidiendo el consuelo del olvido
Que vuelve arena a la piedra.
Me esconderé de tu recuerdo futuro
Pues sólo te veo, querido amanecer,
En insomnios de noches
Capitaneadas por el deseo,
Envuelto en un sueño recurrente
Y no menos admirado.
Lo irreal se transforma en sentimiento,
Manifestándose en dolor, te llevo dentro.


domingo, 2 de septiembre de 2012

La huella de los sueños.



Existen ciertos sueños que dejan huella y no es condición indispensable haberlos vivido, basta con soñarlos y confiar en ellos. 
A veces nos hacemos daño nosotros mismos al crearnos una expectativa que no se corresponde con la realidad. De eso se nos acusa a los optimistas, somos culpables de nuestra propia miseria por soñar. Pero no por ello somos miserables, y en eso nos diferenciamos de los siempre precavidos pesimistas. 
Quien dice no tener sueños miente porque los tuvo o los tendrá. Quien dice no confiar en ellos quedó muerto en vida por uno. Para algunos soñar es vivir, para otros es morir.
No importa de qué lado estés, siempre tendremos en común la huella que los sueños dejan en nuestra vida...