Eso es todo lo que me entretiene mientras me canso.
¿Sabéis eso de que lo bueno se hace esperar? Empiezo a pensar que si hace esperar muchas veces será que no es tan bueno.
¿Sabéis eso de que lo bueno se hace esperar? Empiezo a pensar que si hace esperar muchas veces será que no es tan bueno.
Suena el teléfono, debe de ser…
- Hola Fulano.
- ¡Hola! ¿Dónde estás?
- Sentada en el banco donde habíamos quedado
- Ah, es que he pasado por allí, no te he visto y he pasado
de largo.
- Es que estoy sentada de espaldas a la carretera, mirando
un escaparate de muebles… ¿Dónde estás?
- Estoy en frente de la cafetería Vols, vente.
- En dos minutos estoy ¡Hasta ahora!
La puntualidad nunca ha sido su fuerte, al contrario que la
espera para mí. Por un momento pensé que no vendría y me equivoqué, pero pensar
eso me hizo sentir una inseguridad que no puedo dejar pasar de largo. Ahí está…
- ¡Hola!
- ¡Hombre! No te había visto llegar…
(Un agradable beso de Judas…)
- Ya me he dado cuenta… ¿Qué tal?
- Pues bien, hoy…
Bla bla bla, ya empieza y no acaba. Siempre hablando de él y
sus miles de oficios a los que aspirar y quedarse a medias. Hoy no quiero
escucharte, me niego. Se acabó. Habla todo lo que quieras que por un oído me
entra y por el culo me sale. Hoy es el último día que me trago mis palabras, te
lo aseguro. Si, sonríe, háblame con esa sonrisa pícara que tanto me excita que
yo también lo haré, pero en último lugar. Primero espero a que lo hagas tú para
no perder la costumbre.
-Y eso es todo… ¿Dónde te apetece que vayamos a tomar algo?
A tomar viento me parecería bien…
-Mmm, pues podríamos ir al bar de las cañas.
Este bar siempre me ha gustado. Poca gente pero la suficiente
como para que te sientas acompañado y solo. Además ponen buena música.
- Dos cañas por favor… Bueno, ¿Y qué tal? ¿Cómo estás?
A buenas horas me lo preguntas…
-Pues bien, planteándome unas cuantas cosas, decisiones que
tomar…
Mm ya están las cañas. Así mejor.
-¿Qué cosas te planteas?
- Terminar.
- ¿El qué?
- Pues esto, lo que sea que haya aquí entre tú, yo y la
mesa.
- ¿Por qué? ¿No te sientes a gusto?
- No. Lo cierto es que tener que esperarte muchas veces y
mucho tiempo me harta. Siempre es la misma historia; Tú llegas tarde y yo te
espero, y eso me hace sentir que estoy perdiendo el tiempo.
- Bueno, intentaré llegar a la hora señalada.
- La hora señalada es inexistente y no se trata sólo de eso.
No me siento a gusto contigo. Sufro una inseguridad constante porque esta
relación se basa en la incertidumbre. Nunca antes había sentido celos y cada
vez que me hablas de todas las chicas con las que estás cuando yo no estoy me
asalta una sensación de rabia. Siento que no me valoras. Me siento desatendida,
como si sólo mantuvieras esto porque soy una más y claro, siempre está bien
tener una más para cuando quede una menos.
- A ver… eso no es así. No te estoy utilizando.
- Lo sé, pero me siento así. Está bien la relación que
tenemos. Me has aportado muchas cosas buenas, muchas experiencias novedosas
pero también muchas ausencias de cosas importantes. He llegado a quererme más a
mí misma que tú para compensar la falta de interés que me has mostrado a veces.
Y eso en parte ha sido bueno porque he aprendido a ser más autosuficiente pero
es como cuando alguien te empuja para que caigas al suelo y te dice
“levántate”. Lo harás, te levantarás, pero sabiendo que esa persona te ha
empujado y te levantarás con rabia. Te superarás pero sabrás que esa persona ha
querido verte en el suelo… ¿Entiendes?
- Yo no he querido verte en el suelo…
- Y claro que no me has visto porque me empujaste sin querer
mirar, pero me empujaste.
- No era mi intención…
- Lo sé, tampoco era mi intención dejar esta relación sin
nombre, pero es lo que quiero.
- Bueno… al menos echamos un último polvo, ¿No?
No puedo evitar dejar escapar una sonrisa mientras acaricio
el vaso y lo acerco a mis labios para dar el mejor sorbo de toda mi vida. Lo
vuelvo a dejar en la mesa, le miro y levanto las dos cejas mientras sigo sonriéndole
con picardía. Mi rostro se pinta de seria rigidez de repente y él lo nota. Veo
cómo su boca se queda abierta no dando crédito a lo ocurrido. Parece que el
tiempo se para cuando veo su pelo y su camiseta mojados de cerveza. Disfruto de
ese momento viendo cada gota cayendo por su cara, saboreando la rabia que
inspiran sus ojos e inspirando el olor de la satisfacción dorada. ¡Ah, qué bien!
Aún me queda un poco de cerveza en el vaso. Éste sí que es el mejor sorbo de
toda mi vida.
Me levanto de la silla rompiendo el silencio de todo el bar
mientras suena “Me calaste hondo y ahora me dueles…” Infinito de Bunbury, ¡Qué
oportuno!
Mi sonrisa se alimenta de esa mirada penetrante que se clava en mí con furia y me limito a decir unas últimas palabras: “Eres un chico muy completo. Tan completo que estás completamente solo.”
Y entonces, la furia de ese cielo caído se torna tristeza mientras huyo hacia el infierno.
Mi sonrisa se alimenta de esa mirada penetrante que se clava en mí con furia y me limito a decir unas últimas palabras: “Eres un chico muy completo. Tan completo que estás completamente solo.”
Y entonces, la furia de ese cielo caído se torna tristeza mientras huyo hacia el infierno.