martes, 29 de octubre de 2013

No sabéis entender.


No conocéis la libertad de correr sin prisa pisando la arena del tiempo, sin relojes y sin espacio en el que caminar. Sólo correr. Cabalgar sin ser caballo. No conocéis la libertad de colocar la espuma del mar en la cima de los montes. No sabéis de la libertad que otorgan las segundas oportunidades porque pretendéis hacer todo a la primera. No conocéis la complejidad de una nota musical. No sabéis que depende de quién la toque, no suena por igual. No entendéis el color que hay tras lo gris, ni el movimiento de lo rígido con el viento. No sabéis lo que es desataros de una cadena que en realidad no os contiene. No entendéis lo que no veis hasta que cerráis los ojos. No sabéis entender. No...



En el vídeo, el galgo Gazelle de Sara.


martes, 22 de octubre de 2013

La vela que vela por mí.



Esta noche soy el cristal que contiene la vela,
tan impermeable a su calidez que enseguida cojo frío.
Su fuego me teme por la incapacidad de arder
y me ama por la misma razón.
El tiempo de la vela se agota con cada danza.
Su mortalidad me da luz
y cuando ella muera de cansancio
yo moriré de oscuridad.
Es por eso que temo su muerte
y la amo por la misma razón.
Esta noche soy el cristal que contiene la vela,
el mismo que aguarda el sueño del niño callado
y provoca nudos al alma en los bares.
Me he escondido de las manos que crean música.
Ya no hay quien me toque con delicadeza
porque si lo hacen, mi llama se apaga
y entonces acabaré más destrozada
que si deciden rozarme con furia
hasta empotrarme contra la pared
que descompone mi esencia.
Aunque las entrañas me ardan,
prefiero retener la vela,
pues escuece más apagarse por dentro
que romperse por fuera.





sábado, 12 de octubre de 2013

Relato de un sueño.

Esta noche he soñado que me enamoraba de un pez. Él vivía estancado en unas aguas sucias, de un color entre verde oscuro y gris. Yo no podía salvarle porque nos separaba un cristal. Quizás fuera la pared de un acuario o la ventana de un barco. No recuerdo mi lugar. Pero me enamoraba de un pez de piel gris y boca grande, abierta enormemente como queriendo gritar, como queriendo decirme algo o simplemente ser salvado. Yo también gritaba porque quería que me escuchara y me dijera cómo llegar a él. Un vago recuerdo me dice que también había un barco verde y viejo. Creo que él estaba atrapado ahí. Recuerdo que el pez en realidad era un hombre hechizado. Me falla la memoria. Sólo sé que me enamoraba de un pez y que ahora no quiero olvidar ese sueño.

Quizás buscar el amor en el viento no sea la respuesta porque si te enamoras de un pájaro, te ves obligado a amar la libertad con la que echa a volar.
Quizás buscar el amor en la tierra no sea la respuesta porque si te enamoras de una serpiente, te ves obligado a amar su veneno.
Quizás buscar el amor en el fuego no sea la respuesta porque si te enamoras de una chispa, te ves obligado a arder.
Quizás buscar el amor en el agua sí sea la respuesta porque si te enamoras de un pez, las olas siempre le traerán de vuelta.