Hasta aquí he llegado. Mi límite está entre tú y yo, en ese
espacio que media en cada gesto, arbitrando las miradas que lanzamos con la
intención de meter gol. Podría haber llegado más lejos tratando de
acortar la distancia entre nosotros, pero no me quedan fuerzas. Es posible que
agotara mis esperanzas por el camino, antes de llegar a la meta, pero no preví
que llegar hasta ti fuera posible. Si pudiera dar marcha atrás, me hubiera
susurrado a mí misma al oído, muy suavemente, el secreto que la vida me
guardaba. Ahora que he descubierto en qué consistía aquello que no podía ver ni
imaginar, me lamento por no haber reservado un hueco en mi interior para esta
nueva experiencia. Me gustaría poder exprimirla hasta el final, hasta que no
quedara ni una sola gota. Preferiría quedarme totalmente seca antes que con un
poco de líquido por derramar en los ojos. Pero, ahora que las experiencias
anteriores a ti me han dejado con lo suficiente para subsistir, no puedo
arriesgarme a perder lo poco que me sostiene. Si nunca antes hubiera sabido lo
que es perderlo todo, sería capaz de perderlo todo por ti. Pero eso ya no es
posible; Es sólo un deseo irrealizable, un sueño que no existe…
Quiero seguir viviendo sola, aunque sea incompletamente. Sé que aún me queda
mucho que aprender, que no sé demasiado sobre cosas que debería de saber. Eso
es porque me he preocupado de vivir intensamente, hasta el punto de no retener
nada. Me sumergía en toda experiencia y al salir de cada una de ellas sólo me
preocupaba el coger aire. Aún tengo el corazón ahogado por aguantar la
respiración hasta el final. Es por eso que ahora necesito recuperarme. Sólo me
queda la esperanza de pensar que aprenderé a nadar y, cuando eso ocurra, te
buscaré en ese mar de dudas.
Espérame en el fondo.