domingo, 10 de noviembre de 2013

Desa(r)mar el miedo a(r)mando la libertad.



Se enjaulan a las personas que dan miedo, en vez de enjaular al propio temor. Enemigos del ego y las ideas. Una bomba de destrucción personal que ataca a la humanidad con la intención errónea de defendernos. Creemos que los demonios nos persiguen, cuando sólo nos acompañan. Moldearnos a su antojo es nuestra tortura.

Un eterno dolor danza en la noche. Intenta escapar de la inmovilidad con cada movimiento. Se contonea cortejando al amor por el sendero del arte sexual, proclamando la revolución reproductiva. El eco del miedo se pavonea en la brisa inaudible al acecho del acto más peligroso.

El amor huye. Es el fugitivo de un mundo demasiado humano colmado de banalidad. Cruces de hierro le asesinan y ninguna mano se llena de sangre. Sólo las cabezas con ideas delirantes proclaman su resurrección en una religión sin esclavos. Lo peor es que el corredero de su muerte se encuentra vacío. No hay un alma que contemple sus últimos segundos porque las noticias son estrellas muertas brillando cuando se ha hecho demasiado tarde.

Han aprendido a usar las armas invisibles de una verdad ciega y aplauden a la maravilla que lo oculta. Dense tiempo, los telones terminarán por quemarse en una revolución dejando al descubierto un mundo desnudo. Sus heridas abiertas serán abismos invitando al suicidio. La sangre; un río contaminado de crueldad. La carne despellejada; un bosque arrasado por la avaricia. La tierra; piel manchada de pobreza.

La verdad explotará nuestras virtudes. Primero con sufrimiento y luego con superación. Sólo entonces retrocederemos para recapacitar. Perdonaremos nuestro crimen recordándolo. Nuestra vida volverá a nacer. Cada paso borrará las huellas. La sangre derramada volverá al corazón. Los principios traerán paz a los finales y las armas invisibles se tragarán sus propias mentiras. Sólo entonces, la libertad será incontenible. Sólo entonces, se enjaulará al propio temor en vez de enjaular a las personas que dan miedo.