Algo me impide liberarme en palabras. No estoy segura de qué
eclipse me ciega, pero me encuentro en una especie de cara oculta solar y me
cuesta ver más allá de mi sombra. He perdido algo más que las ganas, y casi todo
excepto miedos. No quiero estar volando en manos de la suerte porque ella es un
espacio rebosante de inseguridad y lo que necesito va más allá. Quiero
acercarme al cielo y saborearlo, al igual que hace el niño con el caramelo que
más tarde le será arrebatado. Perder aquello de lo que nos deleitamos puede ser
la decadencia del logro, pero también el renacer necesario de un alma muerta.
Quiero engañar al temor y borrar las huellas que le llevan hasta mis pies.
Quiero romper el mundo riendo por capricho y dejar que ese antojo se vuelva
deseo, y que el deseo se transforme en sueño, y que el sueño no se corrompa por
las pesadillas o que lo haga, pero una vez se haya cumplido. Quiero ser libre,
perdonarme y manejar las cuerdas que me atragantan. Voy a luchar por mi mundo.