En cinco años sin vernos nos ha dado tiempo a no cambiar. Sin embargo hemos ido a peor en lo que se refiere a aceptarnos. Nos complementamos mejor, pero nos queremos menos porque nos deseamos más. Antes en un abrazo sentíamos el más intenso de los sentimientos y ahora esa sensación se dosifica en cada roce, en cada mirada, en cada pequeño acto lleno de promesas que no nos permitimos cumplir. Antes no teníamos la certeza de lo que el otro sentía y ahora añoramos la ignorancia que nos salvaba, porque la verdad huele demasiado a sangre. Tenemos dos opciones; bloquear nuestros sentidos o aceptar que estamos muriendo, pero nuestro destino siempre será el entierro.
18/04/2014
Los sentidos ya están bloqueados. Me estoy quedando ciega de
tanto olerte el alma y acariciar los recuerdos. La nostalgia ahora tiene un
aire esperanzador. Te cojo de la mano sin miedo a que la sangre se confunda de
camino. Tu impaciencia te delata, pero el gran paso nunca lo vas a dar en
serio. Eso me asusta más que tus palabras y tus miradas de lobo hambriento.
Hoy, como ya ocurrió años atrás, hemos reconocido nuestros verdaderos nombres.
Somos los protagonistas de un libro que se escribió antes de que naciéramos.
Una historia que no tiene fin porque carece de principios. Que los mayores nos
envidien, es la prueba de que somos la esencia del comienzo del amor. ¿Acaso eso no
es suficiente? La eternidad nos pertenece por ser jóvenes. Somos la intensidad
en estado puro, pero nos falta ser una realidad en vez de un par de deseos teñidos
de miedo. Nuestras pupilas se han besado tantas veces que nos será imposible
perder la oportunidad de mirarnos con los labios.