jueves, 29 de mayo de 2014

Los nevados.

Si tuviera algo más que un papel,
algo más puro que el blanco,
algo que no fuera un color,
una sensación certera,
un calor humano
que abrigara lo que no consigue templar
ni el más sincero abrazo,
sería capaz de transmitirme,
de no hablarle a los árboles,
de no anhelar el vuelo del pájaro,
de no odiar las heridas
y lanzarme a la cura
del que quiere y ama al mundo
tal y como es.
Ojalá supiera cómo alzar la voz
y llegar a la cima de mis cantos,
proclamar un futuro lleno de seguridad
y olvidar las llagas del pasado.
Pero nadie me permite exhibir las súplicas,
ni aceptarían el frío por compañía.
El calor escasea, y los nevados
tenemos tan sólo unos meses de vida.



viernes, 16 de mayo de 2014

El lago: Aguas de nostalgia.

Estoy en un bosque verde, pero lúgubre. Está anocheciendo y parece que el ocaso no viene acompañado de la luz de la Luna. Camino muy despacio hasta encontrar una salida. Mis pies dejan su huella en el suelo embarrado. La cola de mi vestido blanco hielo las difumina y deja tras de sí un camino fresco y llano. Sigo caminando con la mirada fija en el horizonte. Parece que hay un lago. Su agua no se mueve. Me acerco a la orilla con expresión seria, inamovible. Me paro en seco para orientarme. Me miro por dentro y escucho la paz de fuera. Todo está muy quieto, mecido por un canto secreto. No quiero romper esa armonía putrefacta y perfecta, pero tengo que seguir mi camino. Sumerjo un pie en el agua. Destruyo sin remedio el espejo de la naturaleza. Ya no veo mi rostro si miro hacia el suelo. Ahora construyo ligeras ondas que llegan a la orilla en forma de tempestades. He llegado al centro del lago. Estoy tan cerca del final del camino como del principio. Lo sé, pero vuelvo la mirada hacia atrás para cerciorarme. Mi cuerpo acompaña el giro y vuelvo a ser inerte. Veo en el extremo del que partí, unas siluetas de humo. Lucen y se mueven con el aire. Son mi familia, las distingo. Se acarician sin tocarse y bailan al compás de los árboles. Parecen felices, y es entonces cuando comprendo que se trata del pasado. No puedo acercarme a ellos. Estoy presa en el centro del lago. Esta imposibilidad de llegar a mi destino me atrapa. Pertenezco a lo que está perdido. Con ese pensamiento me doy cuenta de que el agua que me cubría la cintura, ahora se arrima a mi cuello. No llueve del cielo; llueve de mí. Mis lágrimas me están ahogando. Yo he llenado el lago en el que he quedado atrapada. Me estoy muriendo mientras veo la sonrisa de lo que una vez fue mi hogar, pero no quiero luchar por volver a ser vida. Me convertiré en una estatua en el espejo de mi alma sumergida. Me despido con los ojos cerrados. Os dejo una silenciosa muerte inadvertida.





miércoles, 7 de mayo de 2014

Últimas lágrimas.

Es muy triste llorar sabiendo que son las últimas lágrimas. Estoy recordando los momentos vividos con él, esos abrazos tan intensos... No los voy a tener nunca con nadie. Pero eso no es lo peor, incluso puede ser un beneficio porque significaría que el recuerdo se conservaría puro, inalterable por otra sensación igual o similar con otra persona. Lo vivido con él siempre será lo vivido con él. Como si estuviera guardado en la caja de Pandora y sumergido en el centro de la Tierra. Pero, como decía, eso no es lo peor. Lo peor es que el recuerdo se altera por sí solo. Si lo pienso demasiado, parece que se desgasta rápido, demasiado rápido, y si lo mantengo ausente, parece que se atrofia, que las sensaciones guardadas huyen dejando sólo imágenes sin sonido, sin olor, sin sabor y sin dolor; Sin sentido. Eso es lo peor, que haga lo que haga, las emociones del pasado se desvanecen y el presente no las reemplaza. Se queda así un vacío que sólo llena el vacío.

Lloro y las lágrimas me parecen falsas porque no se corresponden con el ahora. Hoy lloro recordando el pasado y sabiendo que mañana lloraré recordando las lágrimas que lloraban al pasado. Eso está más allá de la nostalgia. Es como un sueño de doble dimensión; "sueño que sueño", y al despertar no recuerdo las imágenes de lo onírico. Sólo una realidad ecuánime que no avanza ni retrocede.





martes, 6 de mayo de 2014

Querida voz callada.

Querida voz callada:

Llevo más de dos semanas aguantando el peso de tus palabras por tu vergüenza a dar la cara. Te he ocultado en mí el tiempo que he podido, poniendo gran pasión en cuidarte suavemente, pero las palabras que quieres esconder del mundo son unas gallinas que no paran de cacarear y la afonía parece no formar parte de su diccionario salvaje. Los oídos me pitan a causa de tanto ruido incomprensible y ya no aguanto más. Quizás esté acusando erróneamente a tus graznidos por convocar un alboroto inaguantable, o también es posible que al haber envasado las palabras al vacío, los ecos de los susurros hayan retornado en forma de grito. Si la cuestión atañe a este último caso, pido disculpas, porque serían mis entrañas, guardianas de tus palabras, las culpables pero, ¿No es cierto que, a veces, es tan culpable el ladrón como el cómplice, o que el secuaz mata con su silencio más que el asesino? Ambas hemos provocado este tumulto, y gritar más bajo no nos absolverá de las consecuencias. Por eso te pido que te entregues al mundo. Sal de mí y yo saldré contigo. Saquemos todos los huevos que han brotado de las gallinas y plantemos nuestros pies en terreno seguro. Tú eres mi voz, yo soy tu eco, y juntas nos vamos a hacer escuchar.

PD: Si nos tocan los huevos, tenemos gallinas de sobra.