martes, 22 de octubre de 2013

La vela que vela por mí.



Esta noche soy el cristal que contiene la vela,
tan impermeable a su calidez que enseguida cojo frío.
Su fuego me teme por la incapacidad de arder
y me ama por la misma razón.
El tiempo de la vela se agota con cada danza.
Su mortalidad me da luz
y cuando ella muera de cansancio
yo moriré de oscuridad.
Es por eso que temo su muerte
y la amo por la misma razón.
Esta noche soy el cristal que contiene la vela,
el mismo que aguarda el sueño del niño callado
y provoca nudos al alma en los bares.
Me he escondido de las manos que crean música.
Ya no hay quien me toque con delicadeza
porque si lo hacen, mi llama se apaga
y entonces acabaré más destrozada
que si deciden rozarme con furia
hasta empotrarme contra la pared
que descompone mi esencia.
Aunque las entrañas me ardan,
prefiero retener la vela,
pues escuece más apagarse por dentro
que romperse por fuera.





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