jueves, 6 de febrero de 2014

La enfermedad del sí constante.



Aún no he aprendido a decir que no. Es posible que me haya acostumbrado a sentirme obligada a complacer y que eso reduzca las posibilidades de mis acciones, al igual que la de mis propios pensamientos.
Me cuesta tomar decisiones, mucho. Prefiero que las tomen por mí mientras me dejo llevar por la vía del amoldamiento. Es realmente cómodo, pero sólo a veces, porque no siempre toca acomodarse en un sofá. En ocasiones toca acomodarse en la esquina más afilada de la ciudad en pleno invierno, pero aun así, el decir que no, se antoja una opción con infinitas trabas.
Una de las consecuencias de esta rutina insana es que para evitar la sensación de obligación, lo mejor parece ser buscar la salida de emergencia más cercana. Aunque yo la llamaría “salida preventiva” porque la emergencia surge cuando ya se ha expuesto la decisión. Esa salida preventiva consiste en huir de las personas o situaciones que tienen que ver con la decisión antes de verme forzada a tomarla. Pero una vez que huyo, me vienen a buscar aquellos que me extrañan por mi ausencia, lo cual me genera un sentimiento de obligación a volver.
Suelo ahogarme cada vez que dicen mi nombre. Es posible que sea por eso por lo que he aprendido a ensordecerme. Me rompí los oídos gritando por dentro. Estallaron y ahora sólo se escucha un eterno pitido que se asemeja al sonido de una de esas máquinas de hospitales que tienen los enfermos. En realidad eso demuestra que sigo con una rutina insana. Sigo enferma y la mente me pide reposo, pero, ¿Qué más se puede hacer?
Me parecía una crueldad tapar las bocas ajenas y pensé que mutilar mis sentidos era la solución adecuada para dejar de escuchar sus sentimientos, pero las gargantas se lastiman igual con una afonía que con una palabra no dicha. La verdadera solución era desde el principio aprender a decir que no, pero ya es demasiado tarde para aprender. Las enfermedades no se curan cuando alcanzan su estado crónico. Aun así me consuela saber que pocos se acercan a los enfermos y que si lo hacen, es para decir adiós.




2 comentarios:

  1. Nunca es tarde para romper con todo. Creo que es un estado crítico, pero no crónico. Yo se de alguien que un día hizo la mochila, se fue a caminar, y no volvió nunca más, también se de otra que vuelve de vez en cuando (porque cree que la vida verdadera es la que tiene cuando desaparece) y que un día a su vuelta se encontró con alguién que le dijo que a veces había que descansar, para luego seguir, y la verdad es que cuando escucho aquellas palabras supo que quien las habia pronunciado era el tipo de persona que cuando se fuese no volvería, pero que le costaría mucho tomar la decisión de irse. Muchas veces ayudar a alguien significa hacerse daño, muchas veces ese sí del que hablas nos apresa, y otras veces es el no quién no nos deja expresar lo que somos. Romper las cadenas del si y del no, para encontrar el equilibrio puede ser la tarea de toda una vida, y desde luego, la voluntad de vivir necesaria para ello, puede convertir esta tarea en asunto de vida o muerte... pero bueno ¿que te voy a decir yo si soy un ser de lo más desequilibrado e impulsivo?. Quizás en lugar de descansar para seguir esclava tienes que buscar la rotura, para escapar, sobrevivir, y conseguir la libertad. (Pero claro esto no es más que el desvarío impulsivo de los enajenados)

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    1. Sí, es posible que haya confundido crítico con crónico, aunque aún está por ver. Esto me viene desde hace mucho pero de forma intermitente. La verdad es que hay tantos personajes en un mismo cuerpo que no es de extrañar que alguno se quede afónico, de tanto papel interpretado o de tanta discusión interna. Sabes ver muy bien a las personas. A veces lo correcto es que un ser desequilibrado trate de equilibrar a otro porque al ser una tarea común, ambos se sincronizan y se equilibran, aunque sólo sea un poco. Si el ser desequilibrado trata de equilibrarse con ayuda de uno equilibrado, éste último corre el riesgo de dejarse su gran cualidad en el intento. Es como un intercambio.
      Puede que tengas razón con lo de buscar la rotura. Romper con todo lo malo con algo bueno me ha funcionado otras veces, pero creo que es una solución pasajera, un telón que oculta el gran espectáculo de las entrañas.

      Gracias por comentar y estar presente Akire!

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