Zapatos nuevos que cubren unos pies cansados, el lenguaje de sonrisas entre una nieta y su
abuelo, los rostros rígidos con miradas infinitas, el ligero frío exterior al
contacto con el cristal.
El aire en forma de viento deja espacio para los que entran.
Mientras tanto, los que salen regalan su cómodo asiento a los nuevos huéspedes. El viento susurra al tacto cuando las puertas se abren para dar la bienvenida a
los novatos. Es él quien recoge sutilmente sus abrigos, intentando que la
comodidad sea plena, aliviándolos de los pensamientos amargos, pesados... Como si de la vida y la muerte se tratase.
El viento siempre va a favor, pero eso no es suficiente. Últimamente
las personas llevan demasiadas cargas y no están dispuestas a dejarse ayudar
por el elemento transparente. La gente ha dejado de creer en lo que no ve. Ya
no creen en el viento, ya no creen en mí.
Nada parece ir a favor en este autobús...
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